Fotografia i text de Laura Pina (sòcia de l’ACPAS)
Cuando estudié la carrera de Biología, hubo una hipótesis que me pareció digna de la época del Romanticismo. Incluso el nombre me parecía épico y sugerente: la hipótesis Gaia de James Lovelock y Lynn Margulis. Sugería que el planeta Tierra funciona como un superorganismo que modifica su composición interna para asegurar su supervivencia. «Gaia», «Gea», «Pachamama» o «Madre Tierra» son nombres que evocan a la diosa de la Naturaleza en diversas culturas, por lo que la elección de este nombre no fue casual.
El ser humano, desde tiempos inmemoriales, ha rendido culto a esta diosa a través de múltiples rituales. El ciclo vital del ser humano estaba totalmente unido al tiempo «natural». El ritmo de las estaciones estaba integrado en la vida cotidiana y las fiestas y ritos unidos a ellas. Los mitos representan el conocimiento ancestral de la esencia humana. Los símbolos y arquetipos tienen una dimensión espiritual.
En la actualidad, hay una pérdida de ese sentido de «lo sagrado», de esa íntima conexión con la naturaleza. Nos hemos convertido en instrumentos dedicados a producir y consumir, si puede ser, lo más rápido posible. Existe una carencia de «sentido», una cultura de «fast life» que deja terrenos estériles a su paso. Quizás la pandemia nos haya enseñado a parar y recuperar nuestra dimensión humana y espiritual. Yo, por mi parte, seguiré intentando captar con mis fotos aquello que nos «hace humanos» con la intención de que no se me olvide quién soy y de dónde vengo.