A pesar de que es un tiempo de vivencias agradables y muy significativo para muchas personas, la Navidad no es una época fácil para algunas PAS. Se trata de fechas de sobreestimulación sensorial, con músicas y ruidos variados en todas partes, luces intensas, y con las tiendas y las calles llenas de gente, andando a paso acelerado.

Es también, a veces, un tiempo de intensidad emocional: los que han perdido seres queridos notan más que nunca su ausencia. Muchas reuniones familiares esconden tensiones medio resueltas; y a veces tenemos que asistir a comidas y cenas con personas con las cuales no nos sentimos mucho conectados.

Para algunas personas, también se trata de una época con sobrecarga de tareas: decorar, cocinar, comprar, preparar, recoger…, tiempo de comidas excesivas, sin olvidar las reflexiones, tan frecuentes en las personas profundas, sobre qué sentido tienen unas fiestas cada vez más basadas en el consumismo y el marketing, o un gasto energético tan grande en estos tiempos con un medio ambiente en riesgo.

Dando todo esto por hecho, siempre tenemos la opción de aplicar pequeños cambios de actitud o de acción, que nos ayuden a vivir estas semanas con bienestar y sin llegar a sentirnos al límite. La más importante seria, sin duda, ser fieles a nosotros mismas y dejar de seguir costumbres sociales por inercia, sin plantearnos si realmente tienen sentido para nosotros. Después de todo, hay tantas fiestas de Navidad posibles como personas existen.
Como ejemplo de esto, las PAS somos personas de tener relaciones de calidad. En este sentido, podemos plantearnos estas semanas como un tiempo para cuidar relaciones de calidad con aquellos que me nutren. Evidentemente, a la mayoría nos tocará mantener un mínimo de encuentros de compromiso, y, evidentemente, si las relaciones complicadas se encuentran en el entorno familiar, se hará difícil evitarlas. En estos casos, el trabajo personal y el respeto por un mismo serán nuestras garantías.

Esta reconexión de calidad también puede ser con nosotros mismos: encontrar espacios de pausa e introspección, de volver a nuestro centro, que alternen con las obligaciones más sociales.
Respecto al exceso de estímulos podemos optar para reducir y simplificar: lotería, comida, dulces; adornos, luces, regalos… Por qué no probamos si nos sentimos mejor con unas fiestas más simples?
También podríamos hablar de no frecuentar los centros comerciales, evitar compras en fin de semana, practicar una alimentación consciente y otras pequeñas acciones significativas… pero todo se resume, al fin y al cabo, al saberse escuchar, cuidar y respetar, y no sentirse mal para querer vivir unas fiestas un poco diferentes de las habituales.