De ninguna manera. Hoy en día ya hay suficiente base científica para afirmar, sin ninguna duda, que los individuos nacemos con diferentes niveles de sensibilidad al entorno que nos rodea y con una capacidad de respuesta diferente ante los estímulos ambientales y sociales, dependiendo de nuestra genética. Las PAS seríamos ese 20-30% de la población nacida con un sistema nervioso más estimulable, que reacciona más ante los estímulos externos, y esto es algo que nos pasa desde nuestro nacimiento.

¿Por qué hay aún especialistas que opinan, erróneamente, que este rasgo puede ser producto de situaciones traumáticas del pasado? Porque, por desconocimiento del término, confunden alta sensibilidad con neuroticismo o hipersensibilidad emocional, los cuales sí que a menudo tienen su origen en necesidades emocionales o situaciones traumáticas no resueltas. La alta sensibilidad es un concepto psicológico con una entidad propia, independiente de la inestabilidad y la hipersensibilidad emocional.

Así, mientras que este rasgo puede convertirse en un factor protector o potenciador de cualidades para un niño PAS que crece en un entorno seguro y bien acompañado, también puede desembocar en una especie de sensibilidad vulnerable, cuando el niño PAS crece en entornos complicados y con un exceso de estrés. Esto es algo que puede suceder en cualquier niño, pero sería más el caso de los niños altamente sensibles. Es precisamente por este motivo que un buen acompañamiento de los niños PAS y el conocimiento de este rasgo por parte de padres y educadores puede ser tan importante y decisivo.